sábado, septiembre 09, 2006

Menos anecdotas, pero maravillosos paisajes

En mi segundo día al volante del animoso Forfour, la opción era un recorrido por la costa y la
Sierra de Tramuntana, desde el Puerto de Andratx hasta la afamada carreterica de Sa Calobra. Estaba por ver, lo que daba de sí el día, porque había que estar a una hora prudente de vuelta en el hotel, que hoy toca cambiarse de muda, que al fin y al cabo aquí a lo que se viene es a una fiesta.

El Puerto de Andratx estaba todavía adormecido cuando he llegado por la mañana. Apenas algunos laboriosos dependientes y camareros habrían sus establecimientos, aunque los primeros paseantes no habían hecho todavía acto de aparición.

Entre Andratx y Sòller la carretera discurre por una abrupta sierra, que con frecuencia cae en picado hacia el Mediterráneo, ofreciéndonos una costa de gran belleza, lo cual se ve potenciado por la frondosidad de la vegetación mediterránea que cubre las laderas de los montes. He quedado francamente impresionado.


Son numerosos los turistas que recorren la carretera, y para en los diversos miradores a admirar el paisaje. Pero... digo yo. No podrían prohibir el paso a las turistas que se empeñan en ir con tacones o chanclas y deciden conquistar atalayas diversas. Como la teutona de la imagen (no vale el chiste fácil de quitarle la "u" a su nacionalidad), tan mona ella y tan poderosa, y que ahí la veía yo que estaba a punto de perder pie y, probablemente, la dignidad. Y así ha sido, que trastabilleó, cayó, adoptó gracias a la rebeldía de la falda una posición de lo más indigna, y afortunadamente, nada pasó. Y heme aquí que fracaso de nuevo como paparazzo, ya que, en lugar de tomar imágenes del espectáculo, ahí me tienes preguntando que si puedo ayudar. Ya veo que no valgo. Claro que la presencia del novio, algo habrá tenido que ver. Vamos, o soy un indeciso o soy un cobarde...

Tranquilamente, he llegado a Valldemossa, población famosa por un convento, una cartuja para más datos, por el que brujulearon en el siglo XIX el que todos saben compositor francés, aunque curiosamente había nacido en Polonia, y ahí lo tenías pegándose el día componiendo polonesas, Federico Chopin, y su amiga, con nombre de tío y que vestía como los tíos, George Sand, escritora dicen, aunque a ver quién se acuerda de algo de lo que escribió. Y cómo se lo tienen montado los valldemossos, oye. Menudo negocio, a costa del pianista y la amigueta. Lo que me ha costado pillar un rinconcillo tranquilo y sin gente.

Menos mal que ahí estaban un grupo de animosos nostálgicos que se habían organizado una excursión por Mallorca en biscúters. Jo, qué caña. Y la escandalera que organizaban. De inmediato se me ha ido la memoria hacia una de las joyas del cine español, El Verdugo, en la que estoy convencido que sale algún biscúter y, además, algunos de sus principales y más divertidos pasajes suceden en Palma de Mallorca.


Finalmente, un recorrido por la Sierra de Tramuntana, una verdadera belleza, oiga, para acabar bajando (y luego subiendo) por la famosa carretera de Sa Calobra. La verdad es que los doce kilómetros de carretera se los traen. Y esto evita que la gente se fije en lo que se tiene que fijar. En la belleza del paisaje. Una pena.


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